Un
pastor estaba afanado en su oficina queriendo preparar un sermón sobre el tema
del amor de Dios. Tenía muchas interrupciones de llamadas por teléfono, individuos
que tocaban la puerta, etcétera. Entonces le dijo a su secretaria que no le
pasara ninguna llamada por teléfono ni que permitiera que nadie entrara a su
oficina hasta no haber terminado él de preparar su sermón. Al rato su hija
pequeña persistió en tocar a la puerta, queriendo entrar. Por fin, el pastor
abrió la puerta para decir que no podía atender a nadie en esos momentos. Pero
su niña entró y se le sentó en las piernas. ¿A qué has venido, hijita? ¿No ves
que estoy muy ocupado? "Vine sólo
para decirte que te amo mucho, papá", respondió su hija, le dio un
beso y se fue. Entonces el pastor pensó que el mejor sermón era pedirle a su
congregación al siguiente domingo, que todos le dijeran a Dios: "Dios, te
amo".
Autor Desconocido
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